miércoles, 17 de noviembre de 2010

¡LA VERDADERA GUERRA ESPIRITUAL!

                        SECCIÓN VI     
        
                     

El verdadero creyente renacido de Dios desde el mismo momento que nace de Dios y es iluminado y regenerado, empieza una verdadera lucha en todos los sentidos (Heb.10:32). Este creyente desea agradar a Dios con todo su ser y caminar en perfección y rectitud delante del Señor. Por causa de esto experimentará aflicción. Este creyente, por amor al Señor, se negará a sí mismo y sus deseos carnales, y buscará caminar en el Espíritu; cerrará sus ojos y sus oídos ante los susurros del mundo y su fingida “amistad” y buscará la amistad del Rey de Reyes y la confraternidad con sus hermanos en Cristo.

Pero también tendrá que enfrentarse a otra case de enemigo: enemigos espirituales.  Si este creyente desea ser fiel al Señor, resistirá, por la gracia de Dios, contra las embestidas de Satanás y sus demonios sometiéndose al Señor Jesucristo y amparándose bajo la sombra de sus alas: peleará la batalla espiritual.

Muchas personas hablan de guerra espiritual sin haber batallado nunca o muy pocas veces en ella. La verdadera batalla espiritual es la que libra un verdadero creyente espiritual contra Satanás y sus huestes. Es una guerra espiritual porque en esta batalla, nuestros enemigos son espíritus. 

 Muchos "cristianos carnales" se dejan arrastrar muy fácilmente por el mundo y la carne. Apenas ofrecen resistencia; éstos no están librando una batalla espiritual, pues Satanás no tiene necesidad de poner en marcha otros subterfugios y estrategias. Sólo aquel hombre o mujer que es espiritual está involucrado verdaderamente en esta batalla. Todo lo demás será solo una incesante lucha de su alma contra la carne y el mundo; ver lo que dice Watchman Nee al respecto:

“Cada fase del andar del creyente tiene su riesgo particular. La nueva vida en nuestro interior está constantemente en guerra contra todo aquello que se opone a su crecimiento. Durante la fase física, es una guerra contra los pecados. En la fase anímica es una guerra contra la vida natural, y, finalmente, en el nivel espiritual, es una batalla contra el enemigo sobrenatural. Es solamente cuando el cristiano se hace espiritual que el espíritu maligno hace el primer asalto contra su espíritu. Como consecuencia, esto se llama combate espiritual. Se lucha con el espíritu y contra espíritus. Este fenómeno ocurre escasamente, si es que ocurre, entre los creyentes no espirituales. No imaginemos, por lo tanto, que cuando el creyente alcanza el nivel espiritual va a estar apartado del conflicto. Una vida cristiana es una lucha continua en el campo de batalla”[1].

Estas son palabras que no debemos subestimar pues desde que hemos sido arrebatados de las garras de Satanás y enrolados en el ejército de Cristo, y hasta que acabemos nuestra carrera/pelea (“agon”), nos esperan no pocas ocasiones de combate. Pero al fin, tras la pelea, y siendo conscientes, como “Cristiano” en el famoso libro de Bunyan, de la poderosa gracia de Dios que nos asiste,  podremos exclamar:
Beelzebub se propuso mi ruina,           
Mandando contra mí su mensajero 
A combatirme con furiosa inquina,       
Y me hubiera vencido en trance fiero;
Mas me ayudó quien todo lo domina,
Y así  pude levantarme con mi acero:
A mi Señor le debo la victoria,
Y Gracias le tributo, loor y gloria [2].

             Conociendo a nuestro adversario y sus estratagemas

           “Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; 
             pues no ignoramos sus maquinaciones.”  (2ªCor.2:11)

Estoy plenamente convencido de que el Señor desea que conozcamos bien a nuestro adversario y su forma de batallar. Que conozcamos sus estrategias y maquinaciones y que estemos tan familiarizados con ellas que podamos en todo momento presentar batalla con una estrategia correcta. De esta manera podremos por la gracia de Dios que nos ha sido dada, anticiparnos y resistir en el día malo. Sin embargo tenemos que tener cuidado y guardar un equilibrio, pues no se trata tampoco de ir más allá de lo que nos es revelado y desear a toda costa conocer “las profundidades de Satanás” (Apoc.2:24), o pretender, de alguna manera, poner en marcha unas tácticas de combate que no forman parte de las instrucciones recibidas del Manual de Combate.
Ahora debemos preguntarnos ¿Cómo se lleva a cabo esta lucha? ¿De qué manera actúa Satanás y los demonios, y de qué manera lo hacen contra el creyente espiritual? ¿Qué líneas de actuación propone la Palabra de Dios para el creyente en ese combate?

      ¿De qué manera actúa Satanás? Un vistazo a través de las Escrituras

De la misma manera que en las Escrituras Dios se da a conocer y revela su persona y carácter a través de sus obras en sus tratos con la humanidad, de la mima manera, podemos conocer de Satanás y de los demonios. En las Escrituras se nos muesta de qué manera actúan y obran y cuál es la naturaleza de su propósito. 
La Biblia nos enseña con claridad que en todos los tratos de Satanás con nuesta raza, su objeto es engañarnos y arruinarnos alejando nuestras mentes de Dios e induciéndonos a quebrantar sus justas leyes, provocando su descontento.  El dios de este mundo “Ciega la mente de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio” y “opera en los hijos de desobediencia”.  Así mismo desea “hacer guerra” contra los santos, esto es, “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonios de Jesucristo”, pues odia y aborrece todo lo que significa la imagen de Dios en nuestras vidas y el cumplimiento de su propósito a través de la simiente de Cristo. 

                                En el Antiguo Testamento

En el Antíguo Pacto se le nombra primeramente como “la serpiente” (Gen.3:1), que se corresponde con la mencionada también en (2ªCor.11:3; Ap.12:9; 20:2). La serpiente antigua es una astuta criatura que engaña, produce duda y seduce a los hombres para desobedecer la voluntad de Dios; para extraviar sus sentidos de la sincera fidelidad a Cristo. En Apocalipsis se la identifica con el “gran dragón” y se le llama “diablo y Satanás”. Desde el mismo principio de la raza humana se le ve intentando destruir la línea genealógica escogida de donde había de provenir el Mesías. Más adelante en el libro de las Crónicas aparece incitando al rey David a censar al pueblo y pecar contra el Señor. Se le menciona en el libro de Job, presentándose ante Dios, dándo cuenta de sus actuaciones y pidiéndo provocar a este santo varón para hacerle caer de su firmeza. Se ve a Satanás arruinándole y mandándole una sarna maligna, todo ello siempre bajo el permiso expreso de Dios, quien guardó la vida de Job. En el Salmo 109:6 aparece como acusador, a la diestra del impío—como se situaban los acusadores en las cortes judías; de igual manera aparece en Zacarías como el acusador del sumo sacerdote Josué, a su diestra para acusarle.

                              En el Nuevo Testamento

Ya en el Nuevo Testamento y concrétamente en los Evangelios se ve a Satanás intentando una y otra vez frustar el propósito divino de Cristo, su misión redentora. Tentó a Jesús en el desierto y buscó que le adorase; habló por medio de Pedro (y esto no quiere decir que Pedro estuviese poseído por Satanás) y sugirió al Mesías que tuviese compasión de sí mismo y no diese su vida. También se nos dice que “roba” la Palabra del reino que cae en de corazones endurecidos; “ata” a las personas con enfermedades y padecimientos;  pide a Jesús permiso para “zarandear” a Pedro y turbarlo para desviarlo de la fe; y una vez descubierto su plan, por medio de Judas, entra en él para asegurarse el cumplimiento de su misión.

En el libro de los Hechos se le ve “llenándo el corazón de Ananías y Safíra”, es decir, incitándoles a mentir sobre el precio de la heredad que pusieron a los pies de los apóstoles; se le tilda de “opresor” y en las cartas Paulinas  y en el resto de los escritos del Nuevo Testamento se le observa “tentando a los hermanos”; tratando de ganar ventaja urdiendo maquinaciones”. Se mueve en altas esferas, “disfrazándose de ángel de luz”; estorbando o impidiendo al apóstol Pablo en su deseo de visitar a los Tesalonicenses; aprovechándose de los errores de los creyentes que le “dan lugar” u oportunidad para obrar sus malvados designios; como aquél que desvia nuestros corazones de la sincera fidelidad a Cristo; como aquél poniendo “asechanzas” y “lazos”. En una  de las epístolas de Pedro se le compara a un león rugiente que “anda alrededor buscando a quién devorar”; y en otros escritos como un pecador que lo es desde el principio; como el impulsor y el promotor del anticristo y el falso profeta; como el padre de los injustos y los que no tienen amor por otros. En una ocasión se le ve contendiendo con Miguel el arcángel de Dios. Él es el promotor de los padecimientos y de las injusticias  cometidas contra los creyentes (Apoc.2:10); aquél que “engaña al mundo entero”. Y el “engañador” que ha sido expulsado del cielo y que “teniendo poco tiempo” ha descendido a la tierra con gran ira para destruir y hacer guerra a los creyentes (Ap.12:9,12)


¿De qué manera actúan los demonios según las Escrituras?

En el Antíguo Testamento y en el Nuevo Testamento los demonios engañan a los hombres incitándoles a adorarles a través de la idolatría. Estos son “dioses ajenos” (Dt.32:16). Los hombres sacrifican a los demonios y fornican en pos de ellos (Lv.17:7) (Dt.32:17), incluso a sus propios hijos e hijas (Sal.106:37); a los demonios edifican altares (2ªCr.11:15). En (1ªCor.10:19-20) y hablando de los ídolos, nos dice que lo que los gentiles sacrifican, lo sacrifican a los demonios y no a Dios. Pablo no quería que ellos se hiciesen partícipes de los demonios o adorasen a los demonios. Asímismo vemos que tanto en los evangelios como en el libro de los Hechos, los demonios pretenden dar a conocer antes de tiempo al Hijo de Dios, desvelar su identidad y su obra antes de tiempo y descubren la identidad del apóstol como siervo de Dios tratando de perjudicar la obra de Dios. También los vemos como “espíritus engañadores” e impulsores de “doctrinas de demonios” cuyo fin es extraviar de la verdad a los creyentes. También Pablo en la segunda carta a los corintios dice que éstos, sus ministros, se “disfrazan de ministros de justicia”.

Todas estas cosas forman parte de la actuación y el propósito del diablo y los demonios. Pero notemos que en ninguno de estos casos se nos habla de Satanás o del diablo como poseyendo a un verdadero hijo de Dios, o incitando a alguno de sus demonios a hacerlo para conseguir sus fines. El puede llevar a cabo todas estas cosas sin necesidad de poseer a nadie. Pero entonces:


 ¿De qué manera atacan Satanás y los demonios a los creyentes?

Dice Myer Pearlman:

“Se describe a Satanás queriendo destruir la iglesia de dos maneras: primero, desde dentro, mediante la introducción de enseñanzas falsas (1ªTim.4:1; compare Mateo 13:38, 39) y desde fuera mediante la persecución (Apocalipsis 2:10)”[3].

Pero evidentemente, la guerra de nuestro adversario no se lucha solamente en un frente colectivo, la Iglesia, sino también a nivel individual, cada uno de los creyentes que la forman. Él sabe que puede debilitar el “cuerpo de Cristo”, puede dividir, crear confusión, tensiones... pero también sabe que Jesús ha dicho de su Iglesia: “... las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt.16:18). Así que trabaja árduamente para destruir a cada uno de los creyentes individualmente. Hará todo lo que pueda y utilizará todo medio a su alcance para que miremos atrás; para que vivamos en la carne y no en el espíritu; para desorientarnos, turbarnos, desanimarnos; para acusarnos de manera que pueda parar nuestro crecimiento y hacernos infructíferos en la obra del Señor... etc. 

Así pues, es del todo necesario que tengamos una idea clara a la luz de las Escrituras con respecto a la forma en que satanás o los demonios atacan a los creyentes. Por lo tanto, como síntesis de lo que hemos visto en el Antíguo y Nuevo testamento acerca de la forma de obrar de Satanás y los demonios podemos deducir que:
* Los creyentes son asediados por Satanás.  
* Hace dudar a los creyentes y trata de seducirles y desviarles de la sincera fidelidad a Cristo por medio
   de engañadores, falsos profetas, espíritus.
* Incita a hacer lo malo y pecar contra Dios (usará nuestros deseos: lujuria, codicia, etc.)
* Nos pide a Dios para zarandearnos y movernos de la fe e incluso puede provocar algunas enfermedades.
* Nos acusa ante Dios.
* Trata una y otra vez de frustrar la obra de Dios y el avance de su reino neutralizando a los siervos.
* Nos tienta e incluso trata de confundirnos mal usando las Escrituras.
* Algunas veces nos usa para aconsejar erroneamente a otros (ver Pedro), y frustrar el consejo de Dios.
* Nos zarandea una y otra vez para que neguemos al Señor y la fe.
* Roba la Palabra de los corazones, no solo de los incrédulos, sino también de los creyentes. Desea que
   los creyentes no avancen en su vida espiritual y en su conocimiento del Señor.
* Oprime a los creyentes.
* Urde maquinaciones contra nosotros y trata de ganar ventaja.
* Se nos disfraza como ángel de luz para engañarnos.
* Estorba e impide al creyente para llevar a cabo ciertas acciones.
* Se aprovecha de nuestros errores y pone trampas y lazos.
* Busca devorarnos cual león.
* Promueve persecuciones e injusticias contra nosotros.
* Busca comprometernos con el mal y la injusticia y las tinieblas y tener comunión con los demonios.
* Tratan de descubrirnos y darnos a conocer antes de tiempo propicio para estorbar la obra de Dios.
* Impulsan doctrinas y enseñanzas de demonios para extraviar a los creyentes y desviarles de la verdad.
* Dispara “dardos de fuego” (sean dudas, temores, tentaciones, acusaciones, malos pensamientos, deseos
   extraviados...etc.)
* Crea ocasiones de maledicencia (por nuestros pecados o errores) 1ªTim.5:14




                      La Palabra de Dios: el verdadero 
                “Manual de Guerra Espiritual”

 ¿Qué líneas de actuación propone la Palabra de Dios para el creyente contra Satanás y los demonios? ¿Qué debemos hacer?
Aunque no pretendo mencionar todas y cada una de ellas, las instrucciones que están escritas de la parte de Dios en el verdadero “Manual de Guerra Espiritual” son estas:
* Entender que no solamente “la carne” y “el mundo” son nuestros enemigos. Verdaderamente estamos involucrados una batalla espiritual, con enemigos que son espíritus. La Palabra de Dios nos habla de “... principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. (Ef.6:12). Este “entender” que llegará a ser fruto de la experiencia en el campo de batalla, no un mero saber. Nos hará ser avisados y velar con sobriedad. (1ªP.5:8).
* El creyente debe revestirse del Señor y del poder de su fuerza, no depender de la de otros ni de la suya propia (Ef.6:10). No debemos olvidar que Él “adiestrará mis manos para la batalla y mis dedos para la guerra” (Sal.144:1) y asímismo Él “pone a cubierto nuestra cabeza en el día de la batalla” (Sal.140:7). Sólo permaneciendo cerca de él tenemos posibilidades de victoria frente a nuestro adversario. 

 * Revestirse del Señor implica vestirse con toda “la armadura de Dios”, para poder permanecer firme contra las asechanzas del diablo (Ef.6:11). Esta armadura, que es de Dios insiste la Palabra, nos hará estar resistir contra las embestiduras del diablo en el día malo. Cuando acabe, estaremos firmes en el Señor (Ef.6:13).

Esto implica: andar en la verdad (cinto de los lomos); en justicia y rectitud (coraza). Nota: La fe y el amor también actuan como una coraza que nos protege (1ªTes.5:8); activos predicando el evangelio con celo (calzado), protegidos por medio de la fe (escudo); con la plena seguridad y convicción de la salvación (1ªTes.5:8) (yelmo); con la Palabra de Dios (espada del Espíritu) (Ef.6:14-17).

Notemos que no se nos menciona en Efesios 6 ningún arma otra más que una armadura exterior. Satanás no obra de dentro (posesión) hacia fuera en los creyentes, sino desde fuera para abrirse paso hacia dentro a través de nuestra mente. La mente es una puerta de entrada a la obra del enemigo. Nuestra mente es un castillo y nosotros le abrimos la puerta a quien queremos.

* Orando en todo tiempo con toda oración y súplica (Ef.6:18). La oración es un arma eficaz en la lucha espiritual.

* Asímismo debe despojarse de su sabiduría carnal, terrenal y diabólica y pedir sabiduría e inteligencia espiritual al Señor pues nuestro adversario es astuto y engañador (Col.1:9), y “con dirección sabia se hace la guerra” (Pr.20:18b.)

*No podemos combatir contra nuestro enemigo con la inteligencia humana ni los esfuerzos humanos. Nuestras armas para esta milicia no son carnales, sino espirituales, y poderosas en Dios (2ªCor.10:4), dice el apóstol. Estas armas son “armas de luz” (Rom.13:12), “armas de justicia” (2ªCor. 6:7).

* Temamos al Señor y reverenciémosle y adorémosle sólo a Él. Echemos nuestra ansiedad sobre el Señor quien nos guarda (1ªP.5:7). Él es el que puede guardar nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (Filp.4:7).

* Sometámonos a Dios y resistamos al diablo, pues así éste huirá de nosotros (Stg.4:7).   

* Estemos firmes en la fe, sin movernos de ella y de lo que hemos recibido (1ªP.5:9) Ver también
   (1ªCor.16:13) (2ªTim.2:15).

* Sed sobrios (vigilantes moralmente), y velad (seamos avisados, mantengámonos despiertos espiritualmente, como los que velan y no duermen) (1ªP.5:8).

* Debemos ejercitar nuestros sentidos espirituales (Heb.5:14), de manera que podamos discernir los espíritus, entre lo santo y lo profano, entre lo que proviene de Dios o del enemigo. No debemos escuchar espíritus engañadores; para esto hemos de probar los espíritus para saber si son de Dios (1Jn.4:1-4). No creamos cualquier cosa que se nos presente, así como así. Seamos prudentes y sabios.

* Permanezcamos en Dios, y en lo que hemos oído desde el principio (Su Palabra), porque así, él permanecerá en nosotros. De esta manera, hemos vencido al maligno (1ªJn.2:14, 24, 28).

* Tengamos una relación sana con el Señor y escuchemos la voz del Espíritu para que seamos guiados a toda la verdad y seamos enseñados por esa “Unción”: el Espíritu de Dios en nuestras vidas. Asímismo esto implica conocer la Palabra de Dios (1ªJn.2:27).

* En cuanto a nuestra vida en este mundo, nos aconseja el apóstol Pablo que seamos piadosos (exelencia moral) y nos contentemos (tengamos contentamiento) con aquello que poseemos y Dios nos ha dado: “sustento y abrigo”; pero que nos abstegamos de deseos ilegítimos y codiciosos de ganancias injustas (riquezas de este mundo), pues “los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en la destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”.(1ªTim.6:6-10).

Las riquezas y las posesiones, las pasiones y deseos carnales, como muchas otras cosas, son como el cebo que Satanás usa para “pescar” las almas de muchos creyentes incautos y extraviarles de la fe. ¡Cuidado con los cebos de Satanás!, pues solo vemos el gusano, pero no el anzuelo mortal que lo monta. Debemos, como Jesús dice: “ser sencillos como palomas”, sí, pero también “prudentes como serpientes”.

* No dar lugar al diablo, esto es, no darle ocasión contra nosotros  (Ef.4:26-27).

* Santificar nuestra mente para Dios: Pensar todo lo  verdadero, todo lo honesto, todo lo justo,.. (Filp.4:8). ¿Por qué? Porque, como antes mencioné, Satanás trata de atacarnos principalmente por medio de nuestra mente.  Nuestra mente es como un castillo y nosotros le abrimos la puerta a quien queremos. Si abrimos nuestra mente a los malos pensamientos, estamos dando ocasión a Satanás para obrar a través de nuestra mente para llenarnos de temores, dudas, inseguridad, ansiedad, etc.  

*Perdonarnos unos a otros y buscar la unidad para que Satanás no gane ventajas con sus maquinaciones. (2ªCor.2:10). Si amamos verdaderamente a los hermanos, buscamos reconciliación y armonía evitaremos muchas de estas ocasiones que el diablo busca contra nosotros (1ªCor.7:5).

*Confesar y apartarnos de todo pecado conocido para evitar acusaciones de Satanás, mala conciencia y naufragar de la fe (1ªTim.1:19).

 Y muchos otros consejos semejantes a estos. No obstante, en ningún lugar se nos dice que debamos: Someternos a rituales de exorcismo o liberación con o sin choque de poder, responder o atar a Satanás, confesar pecados generacionales, autoliberarnos, someternos a sesiones de sanidad interior (urgando y revolviendo en el pasado que ha quedado sobrenaturalmente enterrado por la obra de Cristo en nuestras vidas), o pasar a nuestros hijos por rituales de liberación, ni seguir “manuales de siete pasos para nuestra liberación” como el de Neil Anderson[4], etc.




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[1] Watchman Nee “El hombre Espiritual—análisis del espíritu”. Tomo II, pág. 62, Ed.Clie, Terrasa (Barcelona).
[2] Juan Bunyan “El Peregrino”, p.67. Ed. Juan de Valdés, Madrid 1935
[3] Myer Pearlman “Teología Bíblica y Sistemática” p.63. Editorial Vida, Deerfield (Florida) 1992

[4] Neil Anderson, “Steps to Freedom in Christ”, p.229. Freedom in Christ Ministries, La Habra,( E.E.U.U)

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